lunes, septiembre 28, 2020

 

Si te llevas arena o conchas de la playa... a la cárcel

(Un texto de Marc Goergen en el XLSemanal del 3 de noviembre de 2019)

En Cerdeña, coger arena, conchas o piedras de la playa se paga con multas de más de 500 euros y hasta con prisión. La Policía medioambiental obliga incluso a sacudirse los pies. No es un caso único. Algo similar pasa en Hawái, la República Dominicana… Y no es un bulo.

Es una soleada mañana otoñal en la playa de Is Arutas, en Cerdeña. Nada hace sospechar que en cualquier momento pueda cometerse aquí un acto delictivo. Pero Pina Careddu sabe que la situación es engañosa. Esta mujer de 58 años observa atentamente a los turistas desde un quiosco de la playa, escruta cómo juegan con la arena, haciendo que se deslice entre sus dedos… Es precisamente esto último lo que observa con más atención. Ahí está la clave de todo: la arena. O, para ser más precisos, su desaparición.

Esta es una de esas historias que suenan a fake news: en Cerdeña se roba tanta arena que las playas están seriamente amenazadas, hay multas hasta por llevarse solo un puñado, y el infractor puede terminar en la cárcel.

Bastan un par de días en Cerdeña para ver hasta qué punto están preocupados en la isla. Alcaldes, científicos, autoridades aeroportuarias. la inquietud es general. Quizá la persona más preocupada sea Pina Careddu, ‘la sheriff de la playa’, como la han bautizado los medios de comunicación locales.

«Yo me veo más bien como una ciudadana alarmada», dice mientras se toma un expreso en el quiosco. Is Arutas es una de las playas más populares de Cerdeña. Aquí la arena tiene una consistencia especial. Está formada por bolitas de cuarzo diminutas. A los turistas les encanta, por eso se la llevan a casa metida en botellas. Por miles. Desde hace años.

«Vengo para asegurarme de que se cumplan nuestras leyes», dice Careddu. Hará ya unos diez años de la primera vez que reprendió a unos turistas que se estaban llevando arena. En aquella época, la situación legal todavía no estaba clara como ahora, el único argumento que podía esgrimir era su fuerza de convicción.

Pero desde 2017 hay en vigor una ley que prohíbe llevarse arena, conchas o piedras de la playa. Da igual la cantidad. Las multas oscilan entre los 500 y los 3000 euros. Si, además, la arena procede de una zona protegida o el volumen sustraído apunta a que se quiere comerciar con ella, el sospechoso puede acabar en la cárcel. El pasado agosto fue interceptada una pareja francesa en la terminal de ferris intentando llevarse 40 kilos en botellas de plástico. Estos turistas podrían enfrentarse a varios años de prisión.

La idílica isla de Cerdeña cuenta con cientos de kilómetros de playas. Hay pequeñas calas y amplias bahías, hay playas de guijarros y otras de arena fina y de un blanco resplandeciente, algunas incluso de arena rosada, como en la vecina islita de Budelli. Los carabineros no pueden vigilarlas todas. Por eso, Pina Careddu los ayuda. En cuanto ve algo sospechoso, lo graba con su móvil. Luego les suelta un discurso a los turistas sorprendidos con las manos en la masa. «La mayoría lo admite y lo entiende, otros niegan que lo estuvieran haciendo. En ese caso llamo a la Policía. Y puedo demostrar lo que digo gracias al vídeo que he grabado».

¿No es todo esto un poco exagerado? «Claro que no -dice Careddu-. Si cada uno se llevara aunque solo fuera una botellita, antes de que nos diéramos cuenta ya no quedaría nada».

Es indiscutible que la línea de costa de Is Arutas ha cambiado en las últimas décadas. En su oficina, Massimo Marras -director de las zonas naturales protegidas de la región- nos enseña un mapa comparativo. En él se ve la línea de costa de Is Arutas en los años setenta y ahora. La playa es solo la mitad de ancha de lo que era. «El robo de arena tiene consecuencias, no cabe duda -comenta Marras-. Y no contamos con un depósito de arena suficiente en el mar. Si nos quedamos sin arena, se acabó». Al tiempo que dice estas palabras, nos muestra el cuerpo del delito. dos botellas de litro y medio llenas de arena y piedrecitas.

Para poner coto a los robos, Marras ha impreso folletos con la foto de unos guijarros y un llamamiento: «¡Por favor, amigo, no me lleves contigo!».

Más al norte, ya no se conforman con eso. En la playa de la Pelosa, el agua es de color turquesa. Es una playa bonita. y también la mitad de ancha de lo que era. Al menos de eso está convencido Antonio Diana, el alcalde de Stintino, el pueblecito al que pertenece la playa. Y por eso ha tomado medidas. Antonio Diana ha contratado vigilantes para velar por el cumplimiento de las normas. Una de ellas, por supuesto, es la prohibición de llevarse arena. Otra, el ruego de limpiarse los pies de arena antes de salir de la playa. Pero la regla a la que el alcalde concede más importancia es la que prohíbe extender toallas directamente sobre la arena.

«Hemos encargado estudios -dice el alcalde- y resulta que con cada toalla se nos van 100 gramos de arena. En verano vienen a la playa hasta 7000 personas al día. Si no hiciéramos nada, la playa acabaría desapareciendo».

Para impedirlo, los turistas tienen que colocar una esterilla debajo de su toalla, hay cuatro vigilantes encargados de que así lo hagan. La primera infracción se salda con un aviso. Si el infractor no entra en razón, los vigilantes llaman a la Policía. Y eso significa multa: 100 euros. Justo cuando pasamos, vemos a un vigilante reprendiendo a una familia alemana. Es un caso sencillo, no da problemas. El padre dice que no conocía la prohibición y se apresura a comprar unas esterillas a uno de los africanos que se dedican a la venta por la playa, un negocio que va viento en popa gracias a la ley del alcalde Diana.

A muchos turistas les pasa lo mismo que a este padre. Es cierto que hay carteles que avisan de la prohibición, aunque quizá no de una forma tan visible como en Is Arutas, donde están colocados en todos los accesos a la playa.

Los franceses a los que les encontraron 40 kilos de arena en el coche también alegaron que no conocían la norma, pero no parece muy creíble. Desde hace unos años siempre hay a la venta arena de Cerdeña en eBay; sobre todo con la de Is Arutas se pueden sacar unos cuantos euros.

La arena se ha convertido en un bien muy preciado. Aunque el sector que más depende de ella, y más la consume, es el de la construcción, su robo por turistas se está convirtiendo en un problema cada vez más preocupante. No solo en Cerdeña, también en la República Dominicana o en Tailandia han prohibido ya llevarse arena. En Hawái, la multa puede llegar a los 90.000 euros. Y cuando el escritor británico Ian McEwan comentó que se había llevado unos cuantos guijarros de Chesil Beach, la playa que da título a una de sus novelas, la gente le dijo que estaba prohibido. McEwan se disculpó y se apresuró a devolverlos.

Devolver la arena a su sitio. ese es también el objetivo que se han impuesto en Cerdeña, sobre todo en el aeropuerto de Olbia. Cada día pasan por su terminal hasta 30.000 pasajeros. Y es bastante habitual que los empleados de seguridad encuentren dentro de las maletas botellas llenas de arena. La cantidad aprehendida no deja de crecer, ha llegado a sumar diez toneladas.

«Algo teníamos que hacer con ella», dice Ivan Dettori, responsable de cuestiones medioambientales del aeropuerto. Dettori conduce su Fiat de servicio por el aeropuerto hasta un pequeño cobertizo. Allí, nos enseña el botín de las últimas semanas. dos toneladas de arena metida en cientos de botellas, tarros, bolsas o cajitas.

Es una estampa impresionante, pero solo supone una fracción de lo que ha llegado a estar almacenado aquí: diez toneladas de arena. Dettori recoloca un poco las botellas y las bolsas para hacer sitio, pero enseguida nos apremia para salir. Tiene que regresar a la terminal. Allí también lo espera el botín de esta mañana.

Nota: Además de negras, doradas, y rojas hay playas cuya arena es verde. Del color de la hoja del olivo es la de la playa de Papakolea en Hawái (Estados Unidos). Esa coloración tan chocante se la proporciona el olivino, un mineral que procede de la cristalización del magma del volcán Pu’u Mahana.

martes, septiembre 22, 2020

 

Besos en la oficina


(Un texto leído en el XLSemanal del 5 de julio de 2015)

Un reciente estudio realizado por el London City Airport entre sus usuarios, mayoritariamente hombres de negocios, revela curiosos protocolos de saludo en el entorno profesional.

Los españoles los más besucones. El 64% de los españoles utilizan habitualmente los dos besos como saludo en las reuniones de trabajo, una cifra hasta 10 veces superior a la de otros países. En Italia, por ejemplo, sólo lo hacen el 17%.

Relajar el ambiente. La mayoría de los españoles afirman que besan por costumbre pero un 12% cree que “ayuda a crear un ambiente más relajado”. Lo que no sucede siempre… a un 20% de los británicos y suizos encuestados los besos les provocan un rechazo inmediato.

¡Hola chata! Más de la mitad de los españoles consultados reconocen que los han saludado alguna vez en su entorno laboral con términos como ‘tío’, ‘tía’, ‘chata’, ‘cariño’, ‘guapo’ o ‘guapa’, ‘corazón’, ‘cielo’, o ‘chiqui’.

Aseado y puntual. Sobre los factores que dan peor impresión en las reuniones de trabajo hay unanimidad en todos los países: los malos modos, el mal olor corporal y llegar con retraso son, por este orden, los factores que más molestan.

Etiquetas: ,


domingo, septiembre 06, 2020

 

‘Wasteland weekend’: el festival más salvaje del mundo


(Un texto de Salvador Bellido en el XLSemanal del 26 de agosto de 2018)

Más de cuarenta grados, sin electricidad y con la ducha más cercana a cuarenta kilómetros. El Wasteland Weekend no es para ‘débiles’, pero miles de fanáticos de ‘Mad Max’ acuden cada año a este encuentro en el desierto de California para celebrar ‘el fin del mundo’.

El Wasteland compite con el festival Burning Man, en Nevada, pero este es menos psicodélico. Aquí manda el rugido de los motores y se imponen las armaduras futuristas.

“Todo me parece un circo. Empiezo a disfrutar. Si sigo, voy a acabar como cualquiera de ellos: loco perdido”. Han pasado 39 años desde que el agente de policía Max Rockatansky (Mel Gibson) sintiese el aroma de la venganza en Mad Max: salvajes de la autopista (1979), la primera de una feroz saga de cine posapocalíptico donde la crueldad, la escasez de gasolina, la anarquía y la destrucción en una tierra inhóspita no deja respiro.

Cierre los ojos, súbase a un Ford Falcon tuneado y viaje hasta una zona desértica a las afueras de California City (Estados Unidos). Allí, en el Wasteland Weekend y durante cinco días -del 26 al 30 de septiembre-, las tribus de Mad Max volverán a juntarse, esta vez para alardear de sus vehículos y artilugios mecánicos y de sus pinturas y disfraces fieles a la estética de los guerreros de la nafta. Este año, los organizadores esperan que a ese terreno baldío del desierto de Mojave acudan cerca de 4000 ‘colgados’ de las distopías.

Las cacerías, persecuciones y violencia gratuita de las películas se sustituyen por ciclos cinematográficos, conciertos de rock sin lirismo, sesiones de DJ, bares y puestos de comida, bailes y performances. Para convertir el posapocalipsis en cultura pop es fundamental la pasión, pero sobre todo el concepto de tribu. En Wasteland, cada grupo monta su campamento y emula por fuera, y también por actitud, a los superhéroes de la saga.

Ver pasar por el arco de entrada réplicas exactas de las motos, los coches y los camiones de Mad Max impresiona. Y ellos se lo creen. Maquillados y ataviados con toda la imaginería de las películas, viven durante más de cien horas como si fuesen los únicos supervivientes de la hecatombe. «No queremos espectadores, queremos participantes», aseguran las normas del evento. Trescientos sesenta grados de negra visión futurista.

El paraíso del reciclaje y el desenfreno. Durante meses, los asistentes preparan con mimo sus vehículos, que no tienen por qué ser los mismos modelos que aparecen en Mad Max u otras cintas distópicas. Hay quien va montado sobre una bicicleta transformada en una máquina para la madre de todas las batallas. Y hay quien coge su Vespa y la cubre de chapas metálicas y rejillas. El festival, tal y como se conoce hoy, comenzó hace siete años. El festival arrancó en 2010, aunque la idea surgió en 2004 de un fan de Mad Max llamado Karol Bartoszynsk. No pudo hacerla realidad hasta que encontró ayuda de la promotora Scarlett Harlott y el guionista Jared Butler. Con el paso del tiempo ha incorporado otra identidad tribal, la del exitoso Fall out, un videojuego de rol que se desarrolla en el siglo XXII, pero que recuerda el ambiente paranoico de un planeta destruido por la tragedia nuclear. Es el único festival donde todos los asistentes, incluido el personal que trabaja en él, deben ir disfrazados de algún personaje de la saga. Se ven muchas máscaras y cornamentas, pero sobre todo mucha piel. El calor puede ser sofocante.

En el recinto, todo se hace de material reciclado, exigencia de su propio punto de partida. el fin del mundo. El dinero tampoco se usa directamente. Para pagar servicios y bebida, se usan chapas de botellas que previamente se han canjeado.

Hasta la llegada del Wasteland Weekend, el Burning Man Festival -espectacular acontecimiento anual que reúne desde hace más de tres décadas a decenas de miles de personas en la ciudad fantasma de Black Rock (Nevada)- era el rey de estos festivales alternativos. Los dos eventos se celebran con una diferencia de veinte días.

En Europa lo más parecido acaba de concluir hace pocas semanas en Idanha-a-Nova, una zona despoblada de la comarca portuguesa de Castelo Branco, a escasos kilómetros de la frontera con el norte de Cáceres. El Boom Festival, que se inició en 1997, intenta imitar el ambiente psicodélico del Burning Man norteamericano.

En unos días, los frikis de Mad Max tomarán la parcela del desierto californiano -que incluye voluntarios, médicos, servicios de seguridad y cabinas de WC- y no precisamente para meditar. Aquí mandan el rugido de los motores, las armas de mentira, los cinturones de balas de ametralladora, las armaduras futuristas y las indumentarias estrafalarias. Evocarán un pasado donde solo los que se adapten a vivir de los desechos tendrán el futuro ganado.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?