sábado, febrero 06, 2010

 

Relax en el aeropuerto

El otro día hablaba con un compañero de trabajo sobre los mejores aeropuertos del mundo. Mi favorito siempre ha sido el de Schipol, con sus tumbonas, sus mesitas...

Sin embargo, Alberto jugaba en otra liga derfinitivamente: su favorito es de Singapur, donde hay un complejo con piscina -hasta ahora poco conocido y frecuentado- donde los cambios de aviones se hacen muuuuucho más relajantes.

La verdad es que sonaba muy bien, pero parecía lejos que pudiera probar algo así. Al menos hasta que el otro día leí en el Heraldo de Aragón que en aeropuertos como el de Cancún o Munich -más a mano que el otro definitivamente- había servicios de masaje a disposición del pobre viajero cansado.

En la misma noticia, y para no quedarnos con las ganas de piscina, contaba como el aeropuerto de Helsinki tiene desde diciembre un spa de 600 m2 que incluye cuatro saunas. Ummm, quizá no sea mala idea darse una vueltecita por allí, ¿verdad?

lunes, febrero 01, 2010

 

Matando camellos a cañonazos

Vale, vale, no es a cañonazos, pero si a rifle pelado. Y es que, el pasado otoño, una manada de cerca de 6.000 camellos salvajes atemorizó una zona remota del norte de Australia. Los camellos, según las autoridades locales, estaban destrozando lo que encontraban a su paso en una búsqueda desesperada por agua. La manada de camellos salvajes se encontraba en el Territorio del Norte, según informó el ministro del Gobierno Local del Territorio del Norte, Rob Knight, al Parlamento en Darwin.

Desde varias semanas antes, los animales invadían cada noche Docker River, una pequeña localidad de 350 habitantes que acabaron por pedir ayuda a las fuerzas de seguridad para matar a los jorobados. A raíz de la grave sequía que padeció el pasado año esta región de Australia, los camellos acudían de noche a los pueblos en busca de agua. Rompían vallas, arrancaban aparatos de aire condicionado para beber el líquido que goteaba, y una estampida incluso derribó varios contenedores y contaminó parte de las reservas de agua de la localidad.

Para solucionar el problema, las autoridades del Territorio del Norte tenían previsto sobrevolar en helicóptero la remota región para acabar a tiros con el problema. La idea era que las fuerzas de seguridad asustaran desde el aire a los camellos para alejarlos varios kilómetros de distancia de Docker River, y una vez en el desierto, los dispararan con rifles automáticos, dejando allí los cadáveres para que se pudrieran. El coste de la operación se preveía en 49.000 dólares australianos, y los fondos saldrían de una partida especial aprobada en agosto por el Gobierno federal para tratar el problema de los camellos.

Como no podía ser de otra forma, los defensores de los derechos de los animales calificaron el plan de "barbarie" y pidieron a los residentes de Docker River que levantaran barreras para impedir que los jorobados pudieran entrar de noche en el pueblo.

Los camellos no son nativos de Australia sino que fueron traídos por los colonizadores británicos a mediados del siglo XIX para ayudar a los exploradores a realizar las primeras travesías por el desierto del Outback. Un millón de ejemplares salvajes campan ahora a sus anchas por esta remota región desértica australiana (¿a nadie le recuerda cierta experiencia con los conejos?). Sin embargo, la peor sequía en la última década y una reciente ola de calor obligó a los camellos a competir por agua y comida con ovejas y vacas, llevando a algunas manadas desesperadas a invadir zonas habitadas para no morir de sed.

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