sábado, septiembre 21, 2019
Absurdos modernos y ‘buenistas’
(La columna de Carmen
Posadas en el XLSemanal del 12 de febrero de 2017 -publicada con el título de
"No me eches una mano que me la echas al cuello-. Ejemplos de cómo se
extiende la epidemia de estupidez por todo el mundo.)
Dicen
que una de las razones más paradójicas de por qué Trump ha llegado a la Casa
Blanca es por ser el adalid, el paladín, el archicampeón de la incorrección
política. Sostienen los sociólogos que son muchas las personas que aprecian
-aunque posiblemente no se lo confiesen ni a sí mismas- que alguien diga lo que
ellas piensan sobre temas espinosos como la inmigración o el conflicto racial,
por ejemplo. Pero también sobre otro largo etcétera de temas declarados tabú
por esa sociedad biempensante que hace que uno camine pisando huevos para no
ofender a nadie, no sea que lo tachen de xenófobo, homófobo, sexista, machista,
antisionista, antianimalista, de anti… (rellénense los puntos suspensivos con
el laico pecado de turno, sea cual fuere). El año no ha hecho más que empezar y
ya tenemos nuevas aportaciones a la mentalidad buenista que nos infesta. En la
Universidad de Londres, por ejemplo, el Sindicato de Estudiantes de la Escuela
de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) ha exigido que desaparezcan del
programa de estudios Kant, Descartes y Platón, por ser filósofos racistas y
colonialistas. En cuanto a los pensadores de la Ilustración, el Sindicato exige
que se estudien solo si el alumno así lo solicita, pero dejando bien claro que
fueron intelectuales colonialistas. Los estudiantes de Teología -y nótese que
digo ‘Teología’- de la universidad de Glasgow, por su parte, han ido un paso
más allá exigiendo a los profesores que se abstengan de mencionar a los alumnos
contenidos que puedan resultar ofensivos o desagradables, como por ejemplo
imágenes o referencias a la crucifixión. Mientras tanto en el mundo digital,
Microsoft, después de recibir multitud de peticiones al respecto, decidió hace
meses modificar sus emoticonos y emojis para «no
herir sensibilidades». Ahora es posible, por tanto, elegirlos de colores que
reflejen todos los tonos de piel existentes en el mundo, desde blanco casi
albino hasta marrón muy oscuro, nunca negro, faltaría más, porque esa palabra
no existe cuando se habla de razas.
«¡Ostras!», comentaba el otro día un
internauta en Twitter: «Me acabo de enterar de que he usado irresponsablemente
emoticonos chinos amarillos durante años sin darme cuenta. Seguro que me
cuelgan por los pulgares o me meten mondadientes bajo las uñas en justo
castigo». Meses atrás, y a instancias de asociaciones pacifistas, Apple también
decidió sustituir el emoji del
revólver por el de una pistolita de agua. ¡Menos bang, bang y más fluss,
fluss!, seguro que eso ayuda a acabar con la violencia en el mundo; mientras
que para luchar contra la discriminación sexual, el usuario ahora puede
utilizar un emoji en el que aparece una mujer
practicando la halterofilia o vestida de bombera, también el de una familia
formada por dos mamás y sus hijos. Pero, por favor, que nadie se ofenda,
también existe el emoji de dos papás y sus criaturas.
Mi noticia policorrecta favorita, sin embargo, tiene que ver con la Universidad
de Granada. Ahí han inventado el calendario, o mejor dicho la ‘calendaria’, por
la igualdad, feminizando los meses para que enero sea ‘enera’; febrero,
‘febrera’ y así hasta diciembre, donde no sé cómo han perdido la ocasión de
llamarlo ‘dicihembra’, que hubiera quedado mucho más superguay. «Estamos
luchando contra la desigualdad que engendra la violencia machista», explicó su
responsable, y yo me pregunto: ¿que mayo sea ‘maya’ disuadirá a los
maltratadores? ¿Sustituir el emoji de un revólver por el de una pistolita de
agua acabará con la violencia? ¿Evitar que los alumnos se ‘contaminen’ con las
teorías colonialistas de Kant y Platón los hará más inteligentes o sabios? Hay
quien encuentra la corrección política irritante; yo la encuentro agotadora.
Agotadora y absolutamente contraria a los intereses que intenta defender,
porque lo único que se consigue con esta perversión grotesca de una idea
inicialmente buena es que la gente se la tome a chufla. Peor aún, que genere
una corriente contraria en la sociedad como, lamentablemente, ha sabido
detectar Trump en su camino a la Casa Blanca. Por eso, muchas gracias a los
defensores de tan nobles causas, pero, en lo que a mí respecta, como mujer
supuestamente discriminada, sometida, etcétera, por favor, no me echéis una
mano, que me la echáis al cuello.
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