martes, marzo 12, 2013
Si robas, no escribas smss
Esta es una noticia que leí en El Confidencial a finales del año pasado; concretamente el 27 de diciembre. La verdad es que, si la hubiera leído el 28 hubiera pensado que era una inocentada, pero no; la realidad siempre nos supera. Y la increíble estupidez del ser humano aún más...
Recordaba la noticia que hay ciertas cosas que nunca se deben decir por escrito. Y si no, que se lo digan a Dozy Stuart Gibbes, un joven británico de 24 años que ha sido condenado a 18 meses de prisión por tratar de asaltar una vivienda. La criaturita decidió no complicarle la vida a nadie para demostrarlo, y, 'astuto' él, envió un mensaje de texto por el móvil justo antes de que le atrapara la policía con la siguiente declaración incriminatoria: “Te lo he dicho veinte veces, no me llames cuando estoy robando”. Lo dicho, una "gran mente".
El ladrón estaba escondido en un cobertizo tras la casa que estaba intentando robar cuando fue atrapado por la policía, que había sido alertada gracias a un vecino que había visto a dos individuos sospechosos en el jardín de al lado.
Por si lo del mensajito de texto no era suficiente, la operación completa fue de lo más chapucera. El asaltante había intentado entrar en la vivienda por la puerta de atrás, destrozando el cristal de la misma –valorado en 400 libras–, pero no llegó a llevarse nada, probablemente porque oyó llegar a la policía y trató de esconderse. No le valió de nada. No sólo tenía fragmentos de cristales en los guantes iguales que los de la puerta, además había mandado el sms incriminatorio sólo dos horas antes, algo que le valió a la fiscalía para condenarle por intento de asalto.
Aunque el ladrón británico no tenía ningún antecedente por este delito en concreto, su historial está lejos de ser ideal y contiene siete robos, dos delitos por conducción temeraria, cinco por conducir con la licencia retirada y dos por posesión de bienes robados. Vamos, una joya.
Todo claro, vale, pero...¿Pueden usarse los SMS como prueba? En la mayoría de países los SMS, o cualquier otra comunicación electrónica, sólo pueden ser intervenidos mediante una orden judicial destinada a aclarar cualquier acción constitutiva de delito. En España, con lo garantista que es la justicia y lo gilipollas que somos en estos casos, seguro que la ley hubiera castigado al dueño de la casa porque los cristales habían cortado al pobre ladrón, o algo así... A idiotas nos ganan pocos países. Gracias a Dios, no todos son así y los criminales estadounidenses lo tienen bastante más difícil.
Desde 2011, los agentes de los cuerpos policiales pueden leer los mensajes de texto de los teléfonos móviles de un sospechoso de delitos penales sin la necesidad de que medie una orden judicial. Así lo dictaminó el Tribunal Supremo de Estados Unidos que dio por buena la tesis del Tribunal Supremo de California, que estableció que estos registros son lícitos debido a que los sospechosos pierden su derecho a la privacidad respecto a cualquier objeto que porten cuando son arrestados.
La resolución del Tribunal Supremo de EEUU puso fin al litigio mantenido con el narcotraficante Gregory Díaz, que fue detenido en 2007 cuando conducía un coche desde el que su acompañante había vendido seis pastillas de éxtasis a un agente encubierto. Díaz fue detenido, pero negó tener conocimiento de que su compañero se dedicaba al tráfico de drogas. 90 minutos después de su arresto un agente descubrió un mensaje de texto cifrado en el que se hablaba de la venta de la droga, lo que sirvió para condenarlo. En la apelación, sus abogados reclamaron que el acceso a sus mensajes de texto suponía una violación de sus derechos constitucionales, pero el Tribunal de Apelaciones y el Tribunal Supremo de California respaldaron la primera sentencia.
Recordaba la noticia que hay ciertas cosas que nunca se deben decir por escrito. Y si no, que se lo digan a Dozy Stuart Gibbes, un joven británico de 24 años que ha sido condenado a 18 meses de prisión por tratar de asaltar una vivienda. La criaturita decidió no complicarle la vida a nadie para demostrarlo, y, 'astuto' él, envió un mensaje de texto por el móvil justo antes de que le atrapara la policía con la siguiente declaración incriminatoria: “Te lo he dicho veinte veces, no me llames cuando estoy robando”. Lo dicho, una "gran mente".
El ladrón estaba escondido en un cobertizo tras la casa que estaba intentando robar cuando fue atrapado por la policía, que había sido alertada gracias a un vecino que había visto a dos individuos sospechosos en el jardín de al lado.
Por si lo del mensajito de texto no era suficiente, la operación completa fue de lo más chapucera. El asaltante había intentado entrar en la vivienda por la puerta de atrás, destrozando el cristal de la misma –valorado en 400 libras–, pero no llegó a llevarse nada, probablemente porque oyó llegar a la policía y trató de esconderse. No le valió de nada. No sólo tenía fragmentos de cristales en los guantes iguales que los de la puerta, además había mandado el sms incriminatorio sólo dos horas antes, algo que le valió a la fiscalía para condenarle por intento de asalto.
Aunque el ladrón británico no tenía ningún antecedente por este delito en concreto, su historial está lejos de ser ideal y contiene siete robos, dos delitos por conducción temeraria, cinco por conducir con la licencia retirada y dos por posesión de bienes robados. Vamos, una joya.
Todo claro, vale, pero...¿Pueden usarse los SMS como prueba? En la mayoría de países los SMS, o cualquier otra comunicación electrónica, sólo pueden ser intervenidos mediante una orden judicial destinada a aclarar cualquier acción constitutiva de delito. En España, con lo garantista que es la justicia y lo gilipollas que somos en estos casos, seguro que la ley hubiera castigado al dueño de la casa porque los cristales habían cortado al pobre ladrón, o algo así... A idiotas nos ganan pocos países. Gracias a Dios, no todos son así y los criminales estadounidenses lo tienen bastante más difícil.
Desde 2011, los agentes de los cuerpos policiales pueden leer los mensajes de texto de los teléfonos móviles de un sospechoso de delitos penales sin la necesidad de que medie una orden judicial. Así lo dictaminó el Tribunal Supremo de Estados Unidos que dio por buena la tesis del Tribunal Supremo de California, que estableció que estos registros son lícitos debido a que los sospechosos pierden su derecho a la privacidad respecto a cualquier objeto que porten cuando son arrestados.
La resolución del Tribunal Supremo de EEUU puso fin al litigio mantenido con el narcotraficante Gregory Díaz, que fue detenido en 2007 cuando conducía un coche desde el que su acompañante había vendido seis pastillas de éxtasis a un agente encubierto. Díaz fue detenido, pero negó tener conocimiento de que su compañero se dedicaba al tráfico de drogas. 90 minutos después de su arresto un agente descubrió un mensaje de texto cifrado en el que se hablaba de la venta de la droga, lo que sirvió para condenarlo. En la apelación, sus abogados reclamaron que el acceso a sus mensajes de texto suponía una violación de sus derechos constitucionales, pero el Tribunal de Apelaciones y el Tribunal Supremo de California respaldaron la primera sentencia.