martes, noviembre 04, 2008

 

Cuando se pierde el equipaje

Perder el equipaje en un viaje en avión es relativamente sencillo, especialmente si se realizan transbordos en el trayecto. De hecho, facturar el equipaje no deja de ser un acto de fé en el que confías que, tras atravesar no se sabe cuantas cintas y cuantas manos, al llegar a tu destino conseguirás volver a reunirte con tu maleta y con todo su contenido.

Pues bien, hay veces en que la logística interna se ve superada por el afán de algunos empleados amigos de lo ajeno.

Hace ya unos años, lei y guardé una noticia sobre el saqueo de equipajes en el aeropuerto de Malpensa (Milán). Corría noviembre de 2004, y el corresponsal de El País en Roma, Enric Gonzalez, contaba como dicho aeropuerto había conseguido ese año batir todas las marcas en lo que a delitos se refiere.

Enumerando, el reportaje comentaba que la policía había desarticulado una banda de empleados que saqueaba las maletas, detuvo a otro grupo que se lucraba con el tráfico de inmigrantes clandestinos, se vio obligada a cerrar el área de mercancías para buscar escorpiones y de paso descubrió ese mismo otoño que la oficina de la empresa Fedex era una cueva de ladrones. Entre lo robado destacaban un par de proyectiles de obús, un cuadro de Andy Warhol, algunos paquetes de diamantes y abundante cocaína. Casi nada, vamos.

La primera operación policial ya se había desarrado en 2002. Bastó instalar unas cuantas cámaras en la zona de tránsito de equipajes para comprobar que al menos 28 empleados abrían cada maleta y se quedaban con lo que les interesaba. El botín se guardaba en las taquillas y era
sacado cada noche por una ventana.

La redada desembocó en 28 condenas por robo y posesión de drogas (por lo visto hay bastante cocaína en los equipajes) y una por posesión ilegal de munición pesada, porque uno de los empleados había topado con un par de cargas de obús en un equipaje y se había quedado con ellas. Lo más normal del mundo, ya se ve.

Parecía que a partir de entonces las cosas se calmarían. Pero en febrero del 2004 pasado se comprobó que no, que los viejos hábitos persistían. Otros 10 empleados fueron detenidos por robar en las maletas y en los coches de los viajeros.

La cuestión provocó una extraña campaña del Sindicato Nacional Unitario de Transporte Aéreo, que defendió a los rateros. "Estas cosas ocurren porque la gente tiene hambre", declaró un dirigente. "Hay que tener en cuenta las circunstancias. Claro, a buen hambre siempre hay algo de comer en los equipajes, ¡¡no fastidia!!.

Según este sindicator, los trabajadores sufren horarios estresantes, con un ruido continuo, por apenas 1.000 euros mensuales". ¡¡Pobrecitos!! (léase con mucha ironía). Y claro, qué menos que exigir que no hubiera despidos y que los condenados pudieran volver al puesto de trabajo una vez cumplida la condena.

El debate quedó silenciado al mes siguiente, en marzo, con otras nueve detenciones. Supongo que se quedarían sin palabras. Esta vez, por tráfico ilegal de inmigrantes. El viajero sin visado sabía que, al desembarcar, debía dirigirse a un cuarto de baño donde encontraba un chaquetón naranja con una acreditación de empleado del aeropuerto. Se lo ponía y era recogido por un guía que le llevaba hasta la salida a través de la zona reservada al personal aeroportuario. El paseo desde el avión a la calle costaba 5.000 euros. ¿No suena a algo parecido que ocurrió
hace unos meses en Barajas?

Pero eso no era todo. En mayo de ese año llegaron los escorpiones, tres ejemplares de Parabutus granulatus, de picadura potencialmente mortal, ocultos en un cargamento de maderas nobles procedente de Kenia. En cuanto fue descubierto el primer escorpión, se ordenó el cierre de toda
la terminal de mercancías. La desinsectación de la zona duró una jornada.

Para terminar bien el año, aun se había realizado 16 detenciones más. Los presuntos delincuentes eran empleados de la sucursal en Malpensa de la empresa privada de transporte urgente Fedex. Ya no se trataba de hurtos. Debían de ser poco productivos, claro. ¿Qué hacemos con dos obuses? Organización. Se necesita organización.

Parece ser que los de Fedex habían creado un sistema integral de saqueo. Localizaban los paquetes interesantes, que podían contener diamantes, obras de arte o joyas. Los marcaban con un sello específico y los hacían desaparecer. Los propios empleados denunciaban que no habían llegado a destino. Luego, falsificando documentos y haciéndose pasar por el cliente damnificado, conseguían que se les pagasen las tasas aduaneras y cobraban la indemnización del seguro.

Además, durante las escuchas telefónicas previas a las detenciones la policía topó, casualmente, con una banda que había falsificado 40 millones de euros con la intención de enviarlos -desde Malpensa, por supuesto- a un banco de Arabia Saudí.

Después de leer esto, ¿a quién se le quedan ganas de facturar equipaje?


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