Comentarios sobre noticias curiosas y de todo pelaje que me voy encontrando por la red.
jueves, noviembre 20, 2025
Woman sues after toilet 'exploded' while she was sitting on it
(An article read on 12th March, 2016 at Daily Telegraph)
Angela Wright is suing for damages in the region of $250,000.
A woman is suing for damages after being “blown off” her toilet when workmen used high-power hoses to clean out sewer lines in her neighbourhood.
Angela Wright of Baltimore, Maryland, says the incident, which took place in October 2014, left her suffering physical injuries and post-traumatic stress disorder from the incident. Both Ms Wright and her bathroom were “covered in filth and excretion,” following what she described as an "explosion".
In an interview with Fox 45 she said: “I was literally covered in faeces. Are you kidding me? Who wants that?”
Baltimore mayor Stephanie Rawlings-Blake, members of the City Council and city contractors Heitkamp Incorporated and Spinello Companies are named as defendants in the lawsuit, which is seeking damages in the region of $250,000.
“We have an estimate of $14,000 just to repair the bathroom,” said Ms Wright's attorney Louis Glick.
“She had to clean it up herself,” he added. “Can you imagine that?”
¿Por qué algunos coches de policía parecen elegidos por los malos? Cinco casos curiosos
(Un texto de Pedro
Martín en El Confidencial del 8 de mayo de 2023. Y es que quizá haya que cambiar la expresión esa de "es más lento que el caballo del malo")
Los policías locales de Valladolid protestan porque no caben en sus nuevos coches, y el año arrancó con centenares de eléctricos que los agentes de la Guardia Civil no podían recargar. Una lista de despropósitos que viene de atrás.
[En mayo de 2023] la
Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) pedía en
un comunicado que se retiren del servicio las 15
unidades del Renault Arkana que acaban de ser
adquiridas por el Ayuntamiento de Valladolid para su
cuerpo de policía municipal, por "falta de adecuación" y
considerarlos "un auténtico potro de tortura",
pues, según el sindicato denunciante, el espacio disponible para
el conductor y su acompañante, tras la modificación del vehículo
de serie para incorporar el equipamiento específico, es
insuficiente, y "no apto para estaturas superiores a
180 centímetros".
Al parecer, cuando los
Arkana destinados al cuerpo policial pucelano montan el llamado
kit de detenidos, la mampara de seguridad que separa
las dos plazas delanteras de las traseras va anclada en una
posición que impide desplazar los asientos de los
agentes completamente hacia atrás, obligando además a situar
el respaldo en posición vertical cuando la banqueta
se lleva a la posición más retrasada posible, lo que afecta
seriamente a la ergonomía y al confort durante las patrullas, e
incluso impide la correcta conducción por parte de los agentes
más altos. Además, desde CSIF advierten sobre el peligro
sobre "su salud y su seguridad, puesto que, en caso
de colisión, los agentes no están a la distancia adecuada de los
demás elementos del vehículo en razón de su altura y
corpulencia".
En este sentido, desde
CSIF lamentan que "no se haya consultado la idoneidad de
estos vehículos a los propios agentes policiales, que no están
en la comisión que los selecciona, cuando son ellos
los que los usan todos los días". Los 15 Renault Arkana,
equipados con mecánica híbrida autorrecargable E-Tech de 145 CV
y que han requerido una inversión de 1.059.302 euros, forman
parte de un lote de 20 vehículos entregado a comienzos de abril
al consistorio castellano, en el que los otros cinco
coches eran Ford Kuga con mecánica híbrida enchufable PHEV
de 225 CV, dotados también del kit de detenidos
con mampara separadora y que han supuesto una inversión de
353.562 euros.
Como destacan de forma
acertada desde el sindicato, el Renault Arkana, pese a que
"parece un vehículo de una categoría superior, utiliza
la plataforma CMF-B del Renault Clio y Captur". En
concreto, la longitud del Arkana, un SUV que Renault Group
produce en la planta coreana de Busan, es de 4.568 milímetros,
frente a los 4.050 milímetros del Clio o los 4.227 de un Captur, siendo más largo incluso
que el Renault Austral fabricado en Palencia, dotado
ya de la plataforma del segmento superior CMF-CD3 y que mide
4.510 milímetros de largo. No obstante, el problema de
espacio denunciado no tendría relación con la distancia entre
ejes, pues esa cota puede ser distinta para una misma
plataforma, y ese es precisamente el caso de la CMF-B de
Renault: la batalla, o distancia entre ejes, es de 2.720
milímetros en el Arkana, frente a los 2.583 del Clio o los 2.639
del Captur, siendo incluso más amplia que en el Austral, que con
plataforma CMF-CD3 tiene una batalla de 2.667 milímetros. E
incluso más larga que la del Ford Kuga, cuya distancia entre
ejes es de 2.710 milímetros.
Sin embargo, el
Arkana no aprovecha esa distancia entre ejes muy generosa para
ofrecer un amplio espacio para piernas en la segunda fila.
En concreto, esa batalla es 81 milímetros mayor que la del
Captur cuando, según nuestras mediciones, el hueco longitudinal
en la segunda fila es prácticamente idéntico: unos 67,5
centímetros de distancia entre el respaldo delantero y el
respaldo posterior con un conductor de 1,76 metros al volante.
En esas mismas condiciones, el Ford Kuga ofrece un espacio de 73
centímetros, lo que habría permitido situar la mampara más
atrás, garantizando todo el recorrido de ajuste longitudinal de
los asientos delanteros. De hecho, el Renault Austral, que es 58
milímetros más corto que el Arkana y tiene una batalla 53
milímetros menor, presume de mayor distancia entre respaldos que
el modelo elegido por el Ayuntamiento de Valladolid: 71
centímetros con un conductor de 1,76 metros al volante, según
mediciones de El Confidencial.
¿Dónde cargamos los eléctricos?
Pero la polémica
vallisoletana de los Arkana para bajitos no ha sido la
única que ha tenido como protagonistas este año a vehículos de
nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad, pues en enero
la Guardia Civil anunció la adquisición de 380 nuevos
vehículos por un valor total de 12,5 millones de euros,
destacando la presencia en esa flota, con una inversión de 7,9
millones de euros, de 230 unidades del Nissan Leaf, un modelo 100%
eléctrico que, en el caso de las versiones elegidas
por la Benemérita, incorpora un motor de 110 kW (150 CV) y una
batería de 40 kWh con la que homologa una autonomía
media de 284 kilómetros en ciclo WLTP.
A raíz de ese anuncio,
la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC)
expresó en un comunicado sus "dudas" en torno a la elección de
coches eléctricos: "Desde AUGC apostamos por vehículos que sean
respetuosos con el medioambiente, pero se nos presentan
muchas dudas e incertidumbres sobre la adjudicación de estos
vehículos eléctricos. Tendremos que estar atentos a
las características de los vehículos eléctricos que van a
recibir las unidades (autonomía, velocidad, mantenimiento) y si
esas unidades estarán adaptadas para los vehículos, ya que, en
la actualidad, existen muchas instalaciones obsoletas".
El problema, al
parecer, tiene que ver con los puntos de recarga, lo que ha
mantenido buena parte de los Nissan Leaf parados en las
instalaciones de Alcalá de Henares, en Madrid, donde fueron
presentados. El presupuesto destinado a desarrollar la
infraestructura de recarga en las diferentes unidades,
correspondiente a fondos de la Unión Europea, fue puesto a
disposición de la Guardia Civil en mayo del pasado año, pero la
adjudicación de la instalación de los puntos de carga se fue
retrasando hasta diciembre, de modo que será este año
cuando se instale buena parte de la infraestructura prevista,
que incluye un total de 2.200 puntos, con una inversión
próxima a los 9,8 millones de euros: aproximadamente
4.450 euros por punto.
Desde la Guardia
Civil, no obstante, se emitió una nota oficial donde informaba
que los nuevos coches "se encuentran en proceso de
distribución a las unidades", y que "en la
actualidad, todos los vehículos eléctricos asignados a distintas
unidades de la Guardia Civil cuentan con diferentes
posibilidades de recarga, mediante puntos habilitados, tarjetas
de recarga y cargadores portátiles adaptables". Y el cuerpo de
seguridad concluía su comunicado afirmando que "en esta
Dirección General no consta que ningún vehículo eléctrico esté
parado por no disponer de posibilidades de recarga".
En cualquier caso, las
dudas de AUGC no se centran solo en las dificultades de recarga,
sino también en los problemas operativos de los vehículos
eléctricos a causa de su autonomía. Aunque el Nissan Leaf está
disponible también en versión e+, con batería de 62 kWh (59 kWh
útiles) y autonomía media oficial de 395 kilómetros, la
Guardia Civil ha elegido la versión con batería de 40 kWh (39
kWh útiles), cuya autonomía es 111 kilómetros menor.
Y es bien conocida la influencia negativa que sobre la autonomía
de los coches eléctricos tienen el frío, las fuertes pendientes
o las altas velocidades, de manera que desde AUGC planteaban
también su incertidumbre en torno a situaciones habituales, como
persecuciones, en las que sus coches ahora podrían ver
reducida rápidamente su autonomía, e incluso quedar
inmovilizados.
Fuera de España también dudan
Pero el cruce de
comunicados entre la principal asociación de guardias civiles y
la Benemérita no es el único caso de este tipo en torno a
vehículos de patrulla eléctricos, pues también fuera de nuestras
fronteras, e incluso en países con el proceso hacia la
electromovilidad más avanzado, los agentes desconfían de la
aplicación de esta tecnología de propulsión a su labor. Es el
caso de la policía del condado de Gloucestershire, en
el suroeste de Inglaterra, que cuenta con la mayor flota de
coches eléctricos entre todos los cuerpos de
seguridad del Reino Unido. Porque más de 90 de sus 435 vehículos
en activo son eléctricos, y eso, además de reducir las
emisiones, les ha ocasionado bastantes problemas.
Por ejemplo, los
responsables de la policía de Gloucestershire explicaban el año
pasado que, con frecuencia, los coches de patrulla se
habían llegado a quedar sin batería en zonas rurales alejadas,
en las que los agentes no habían podido encontrar puntos de recarga públicos, de manera que
los policías preferían volver a utilizar coches con motor de
combustión, que permitían circular varios días entre respostaje
y repostaje.
El principal
responsable de ese cuerpo policial, el comisario Chris Nelson,
había decidido, por tanto, frenar los planes de
sustitución de vehículos de combustión por eléctricos,
declarando que sigue apostando por "la transisión energética",
pero sin olvidar que su objetivo prioritario es otro:
"la lucha contra la delincuencia, y debo tener en
cuenta la eficacia operativa", pues Nelson insistía en que sus
coches deben ser capaces de realizar todas las tareas habituales
de la policía.
Una situación parecida
a la de Francia, donde la Policía Nacional adquirió en
2020 más de 600 unidades del Renault Zoe, otro modelo 100%
eléctrico. Pero tras más de dos años de uso, un
informe concluía que la autonomía real de los vehículos eléctricos
no permite por ahora sustituir a los de motor de combustión en
buena parte de sus misiones operativas, al margen de que sus
costes de adquisición siguen siendo superiores.
Según reconocen desde
el principal sindicato policial francés, SGP, los Zoe se han
destinado a los servicios de investigación, que recorren menos
kilómetros y son los únicos que pueden usarlos normalmente, ya
que los vehículos conducidos por agentes de
intervención circulan durante las 24 horas, sin tiempo
efectivo para realizar las recargas de batería a lo
largo del día, de manera que si hubiese que dotar a ese servicio
de vehículos eléctricos, sería necesaria una flota mayor para
que unos se recargasen mientras los otros patrullan o acuden a
las llamadas de urgencia.
Las chapuzas, un clásico
Casos como el de la
Policía Municipal de Valladolid, más relacionados con la
incomodidad de los vehículos, no son nuevos en nuestro país,
pues ya en 2007 la incorporación de los Citroën C4 Picasso a la flota de la
Policía Nacional motivó protestas de los agentes,
respaldadas por varios de sus sindicatos. En comparación con el
Xsara Picasso utilizado hasta ese momento, que
fue objeto de críticas al principio por la inadecuada adaptación
del interior, el nuevo modelo, también fabricado en la planta de
Vigo, veía reducido el espacio en la parte delantera, lo que
entonces también afectaba de forma especial a los policías con
estatura superior a 180 centímetros, que patrullaban encogidos:
"los detenidos van más cómodos que nosotros", explicaban
entonces desde el Sindicato Unificado de Policía (SUP).
El diseño de
los asientos sería posteriormente mejorado, y con el
paso del tiempo la Policía Nacional también decidió cambiar la
versión elegida, pues los primeros C4 Picasso que entraron en
servicio, sin control de estabilidad ESP ni faros antiniebla,
combinaban su motor diésel de 140 CV de potencia con una
nueva transmisión automática, denominada CMP, que no era en
realidad un cambio automático, sino una caja manual
pilotada de funcionamiento más que cuestionable. En su lugar, la
flota acabaría incorporando la versión diésel BlueHDi 1.6 de 120
CV con cambio automático convencional, de funcionamiento más
suave y consumo rebajado.
La increíble historia del hombre que pagó 1.000 millones de dólares por dos pizzas
(Un texto de R. Badillo en elconfidencial.com del 3 de enero de 2025)
La compra podría haber pasado
inadvertida, pero los acontecimientos posteriores no lo permitieron. De
hecho, hoy en día, el 'Día de la Pizza' se celebra cada 22 de mayo para
conmemorarla.
La historia de las dos pizzas pagadas con bitcoin por el desarrollador Laszlo Hanyecz
sigue generando fascinación más de catorce años después. En mayo de
2010, cuando esta criptomoneda apenas era conocida, Hanyecz ofreció 10.000 bitcoins a cambio de dos pizzas grandes valoradas
en 40 dólares, estableciendo así la primera transacción comercial con
esta tecnología. Hoy, esa cantidad superaría los 1.000 millones de
dólares, lo que convierte aquella compra en una de las más caras jamás registradas.
El bitcoin, creado en 2009 por el misterioso Satoshi Nakamoto,
era entonces un proyecto experimental cuyo valor no superaba unos pocos
centavos. Hanyecz, como muchos otros entusiastas, minaba esta moneda
desde su ordenador y acumulaba miles de ellas con facilidad.
Para comprobar su utilidad, publicó un anuncio en un foro especializado
ofreciendo 10.000 bitcoins a quien le proporcionara dos pizzas. Un
usuario llamado Jeremy Sturdivant, conocido en la plataforma como Jercos, aceptó la oferta y gestionó el pedido, pagando 40 dólares a una pizzería cercana.
Conviene recordar que, tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses el pasado 5 de noviembre y sus promesas al sector cripto, el valor del bitcoin se disparó un 45%. Antes de esa jornada electoral, su valor se situaba por debajo de los 70.000 dólares. Sin embargo, pocos días después, llegó a superar el umbral de los 100.000 dólares por unidad.
El 22 de mayo de 2010, día en que Hanyecz recibió las pizzas, es ahora celebrado como el Día de la Pizza dentro de la comunidad cripto.
Esta fecha simboliza el inicio de la utilización práctica del bitcoin
como medio de intercambio. Aunque en aquel momento la transacción
parecía insignificante, su repercusión ha crecido a medida que el valor del bitcoin ha alcanzado cifras récord. Recientemente, la moneda superó los 100.000 dólares por unidad, lo que reavivó esta peculiar historia.
Sobre el destino de los 10.000 bitcoins, Sturdivant declaró que los utilizó para pagarse viajes por Estados Unidos junto a su pareja,
sin prever el valor futuro de la moneda. Por su parte, el propio
Hanyecz afirmó en entrevistas posteriores: “No me arrepiento. Fue
emocionante formar parte de la historia de algo tan grande”. Eso sí, en
la descripción de su perfil en X (Twitter) se puede leer todavía “I am poor now”
(“ahora soy pobre”) y, con bastante sentido del humor, invita a sus más
de 4.000 seguidores a donarle cualquier cantidad de bitcoin.
100,000 organic eggs worth $40,000 from Pennsylvania farm stolen from back of truck
(A text by Kiki Intarasuwan read on cbs news on 8th February, 2025)
A load of eggs worth about $40,000 was stolen from the back of a
trailer in Pennsylvania over the weekend amid rising egg costs across
the U.S.
Pennsylvania State Police said approximately 100,000 eggs
were taken from the back of Pete & Gerry's Organics' distribution
trailer Saturday around 8:40 p.m. in Greencastle. An investigation is
ongoing and police did not provide further details.
The theft, worth approximately $40,000, was described as
“extremely rare” by a police spokeswoman, who suggested
the night-time raid may be tied to the soaring cost of
eggs in the US sparked largely by the biggest
bird flu outbreak in a decade.
In a statement to CBS News affiliate WHP-TV, Pete & Gerry's said it was aware of the theft and working with local law enforcement.
"We
take this matter seriously and are committed to resolving it as quickly
as possible. Due to the ongoing investigation we cannot comment any
further on this matter," the company said.
Pete & Gerry's is part of the better-known egg distributor Nellie's Free Range.
Prices of eggs
have soared in recent years, with a 160% increase from 2019 to 2024,
according to a CBS News analysis of Consumer Price Index data.
There have also been egg shortages in recent months, mainly due to bird flu outbreaks that killed millions of commercial egg-laying hens in December alone, according to the USDA.
Reports of egg thefts have increased in recent weeks. Seattle police said two men entered a local restaurant the same week and stole 540 eggs, which were worth about $387.
(Me llegó como un chiste, pero buscando, vi que en La Vanguardia del 16 de septiembre -y en algunos periódicos más- lo habían publicado)
Un hombre ha recibido un disparo en el curso de una discusión sobre las teorías del filósofo alemán Immanuel Kant (S.XVIII) en una bodega de la ciudad de Rostov del Don, en el sur de Rusia.
El
tiroteo se desencadenó durante una discusión entre dos hombres sobre el
autor de la 'Crítica de la Razón Pura', según ha informado la Policía,
citada por la agencia estatal de noticias RIA Novosti.
"En el
curso del tiroteo, el sospechoso cogió una pistola de balas de goma y
disparó a su oponente", han añadido las fuentes. Un hombre ha sido
detenido y la víctima ha sido trasladada a un hospital. Su vida no corre
peligro.
Kant residió en Koenigsberg, por entonces en Prusia y
actualmente situada en Rusia con el nombre de Kaliningrado. Los rusos
son aficionados a las discusiones sobre filosofía e historia, en
ocasiones bajo los efectos del alcohol, pero no es nada frecuente que
deriven en actos tan graves.
Some of France's weirdest and most wonderful festivals
(The information comes from an article by Thibault
Hollebecq on vice website -on 21st April,
2022-, an article by Peter
Stewart on Completefrance.com - 24th August,
2017- and from an article by Melanie Muñoz
on www.skiptax.com -15th May, 2023-.)
From medieval fest
celebrating spoons to colourful carnival parties,
these traditional events have been going strong
for centuries.
When people think of France, they might
conjure up images of D-Day
or bad
weather. But, as it often goes, major
events and stereotypes only tell a small part
of a place’s story. From giant sculptures made
from lemons to pig squealing competitions,
there are plenty of bizarre festivals in
France!
The Turkey Fest in Douais.
There’s the Turkey
Fest in Licques, first introduced by local monks
in the 17th century and still going strong,
where people parade in mediaeval costumes with
their feathered friends.
The
festival of Douai
The Gayant Festival of Douai, early July. The parade,
which began in the 1500s, includes giant sculptures of the
Gayant family, representing local lords that fought
battles against the Normans in the 9th century.
At the funfair of Douai, in
early July, one girl gets elected princess every year.
Sea festival, In Boulogne
The Sea Festival in Boulogne, biannual, early July. The
event celebrates the sea and involves a parade, boat
tours, seafood dishes and music.
Dunkirk Carnival
Let’s begin our journey in the northern city of
Dunkirk. Each year between February and March,
Dunkirk buzzes with the vibrancy of its traditional
carnival. The event is steeped in
local history, bringing a blend of merriment and
nostalgia. Dating back to at least the 1800, the
traditional fest involves costume parties and
giant puppets which are paraded around the city.
The Icy dip in Malo-Les-Bains
On 1st of January. A traditional dip in the icy ocean to
celebrate the new year, with temperatures of about 0
degrees Celsius outside and -10 in the water.
The Wooden Spoon festival in Comines
Second weekend of October.
There’s the historical Wooden
Spoon Fest in Comines, two separate towns bearing the same
name on either side of the French-Belgian border. Here, people
have been gathering once a year since
1884 to catch wooden spoons thrown during a parade, in
commemoration of a folktale about a local lord that was once
freed from captivity thanks to a wooden spoon.
International Kite Festival
We are in the charming coastal town of Dieppe
in Normandy. Every September, this town plays
host to the International Kite
Festival. With the sky painted
with a kaleidoscope of colors, the creativity
and skill of kite enthusiasts from across the
globe are on full display. Why not join in and
fly a kite of your own?
The
Festival of Saint-Loup
Held in the
town of
Guingamp, in
August, this festival is a heartfelt
tribute to the
region’s
Celtic roots.
The
celebration is
renowned for
its
traditional
Breton dances
and music,
drawing
performers and
enthusiasts
from around
the world.
During the
festival, the
streets
resonate with
the rhythmic
beats of the
bombarde and
biniou,
traditional
Breton
instruments.
Whether you’re
a seasoned
dancer or a
curious
spectator, the
Festival of
Saint-Loup is
a must-visit
for a truly
authentic
immersion into
Breton
culture.
The Giants Parade
Further along, in the
lively city of Lille, The
Giants Parade takes place
every June. Watch in awe
as enormous effigies, some
reaching up to 9 meters,
parade through the city
streets. This deeply
rooted tradition is a
memorable spectacle that
will surely capture your
imagination.
The Lemon Festival
The pastel-coloured
Mediterranean town of
Menton is bathed in
glorious colours every
February for the annual
Fête du Citron. Then, the
town’s Lemon Festival turns the
place into a citrusy
wonderland, featuring
gigantic sculptures made
entirely of lemons and
oranges. Enjoy the vibrant
parades, night-time
gardens, and the
unforgettable citrus
scents.
Floral processions take
place along the Promenade
du Soleil, accompanied by
dancers and brass bands.
In the Jardin Biovès,
visitors can see displays
of soaring citrus-clad
sculptures which produce
dazzling shades of orange
and yellow during the
evening light displays.
Where else will you see
your favourite musical
characters made from
lemons?
Experiencing these
unusual festivals
offers a rich and
varied cultural
perspective on France.
Each event, with its
unique traditions and
lively celebrations,
allows you to delve
deeper into the heart
of French culture. No
matter when you visit,
there’s always a
celebration waiting
for you in France !
Festival Mondial des
Théâtres de
Marionettes
Charleville-Mézières,
Ardennes, Grand-Est
Puppets take centre
stage at this biennial
festival in the town
of
Charleville-Mézières.
The event highlights
the important part
puppetry plays in many
of the world’s
cultures, with around
250 troupes of
puppeteers – glove,
string and shadow –
performing in theatres
and on the streets.
Talented and amazing
as the performers are,
some of the puppets
are decidedly creepy…
Fête du Piment
d’Espelette
Pyrénées-Atlantiques,
Nouvelle-Aquitaine
The Basque town of
Espelette pays tribute
to its deep-red chilli
during a weekend of
dances, music and food
stalls. The event
takes place every
October and sees
streets throughout the
town decked out in red
and white bunting as
well as strings of
sundried red peppers.
Particular highlights
of the weekend-long
festival include a
blessing of the pepper
harvest on the Sunday
and a service given by
the Confrérie du
Piment d’Espelette.
Marathon du Médoc
Médoc, Gironde,
Nouvelle-Aquitaine
For the last thirty
years, the Médoc
wine-growing region
near Bordeaux has
played host to its
very own marathon. The
event, which takes
place in September,
sees some 10,000
runners negotiate a
42-kilometre course,
which has a total of
59 vineyard stops
along the way.
Participants usually
don fancy dress for
the occasion and can
sample oysters, cheese
and foie gras
alongside the many
different wines. Other
highlights include a
ten-kilometre winery
walk for spectators,
dancing and fireworks.
Only in France could
you find a marathon
where the runners stop
for wine and oysters
instead of sports
drinks and protein
bars!
Fête de la Dinde
Licques,
Pas-de-Calais,
Hauts-de-France
The small town of
Licques south of
Calais has a big
reputation throughout
France for its
Christmas turkeys.
Inhabitants celebrate
every December at the
local turkey festival,
which features parades
of the birds through
the streets and a
competition for the
‘best in show’ title.
The festival also
features a market,
celebratory meal and
dancing.
Foire au Boudin
Mortagne au Perche,
Orne, Normandie
Love it or hate it,
black pudding, or
boudin noir in French,
has its very own
festival every March
in the village of
Mortagne au Perche in
Normandy. More than
100 exhibitors from
across France and
beyond come here to
sell their versions of
the blood sausage and
compete to win prizes
for the quality of
their products.
Visitors have the
chance to taste all
different types of
boudin noir, with some
of the strangest
flavours including
chocolate, chilli and
cognac.
The tasty strawberry
is celebrated in grand
style for one day each
year in the village of
Beaulieu. Visitors
come from near and far
to sample the
strawberries, shop at
the fruit market and
attend culinary
workshops where chefs
offer tips on making
the most of this
delicious sweet fruit.
The big event has to
be witnessing all of
the town’s bakers and
pâtissiers coming
together to produce a
huge strawberry tart –
which measures 8
metres in diameter and
is made using 800
kilos of fruit.
This festival
entirely dedicated to
the earthy truffle
takes place every year
in the picture-perfect
town of Sarlat in
mid-January.
Highlights of the
event include culinary
workshops,
truffle-hunting
demonstrations and a
big market where you
can meet growers and
buy truffles or
truffle-based
products. Many chefs
from restaurants
across Sarlat offer
cookery demonstrations
showing you how to
best prepare truffles
and other gastronomic
specialities from the
local area.
The charming coastal
town of Roscoff
celebrates its famous
pink onions every
summer with a two-day
festival. The local
onion created a major
trade route from the
town to much of
Britain, culminating
in the hundreds of
‘Onion Johnnies’ with
their Gallic
cigarettes, berets and
strings of onions
hanging over their
bikes. The festival
takes place along the
quayside and features
stalls selling many
different
onion-flavoured
products, from tarts
and sausages to
chutney and even beer.
La Pourcailhade
Trie Sur Baïse,
Hautes-Pyrénées,
Occitanie
When it comes to
unusual events, this
annual porcine
celebration in
south-west France
comes top off the
list. Held in what was
once the country’s
main pig-rearing
region on the second
Sunday in August, the
festival features
everything from stalls
selling sausages to
piglet races where
visitors can bet on
which creature they
think will win. The
strangest part of this
event has to be the
cri de cochon, or
pig-squealing
championship, where
contestants have to
make different pig
noises from the
various stages of the
animals’ life cycle.
Sadly, the festival
hasn’t been on for the
last two years –
hopefully they revive
it soon! Where else
can you go to see a
pig-squealing
championship?!
Fête du Lait
Le Quesnoy, Nord,
Hauts-de-France
This tiny village in
the north of France is
the setting for an
annual milk festival
attracting farmers
from across the Nord
department. Taking
place every year in
September, the one-day
event will allow
visitors to marvel at
100 different
specimens of cow and
sample some of the
area’s finest dairy
products. What makes
this event
particularly unique is
the beauty queen
competition, where
young women from local
villages compete to be
crowned Miss Protein.
Fête de l’Escargot
Osenbach, Alsace,
Grand-Est
Snail lovers will
rejoice if they visit
the picturesque town
of Osenbach in Alsace
at the very end of
April. The annual
snail festival is a
serious affair here,
so much so that the
town even has its very
own brotherhood
dedicated to the
humble mollusc. People
come from far and wide
for this two-day event
with highlights
including traditional
music and dance, local
beer tastings and the
all-important snail
tastings. The festival
also features a
traditional snail
race, which takes
place on a
custom-built course.
Fête de la Mirabelle
Metz, Moselle,
Grand-Est
The sweet mirabelle
plum is a speciality
of Lorraine in eastern
France, which is
responsible for around
70 per cent of the
world’s production.
The biggest festival
in its honour takes
place in Metz, capital
of the Moselle
département, and is
celebrating its 70th
anniversary this year.
Tens of thousands of
visitors attend, with
highlights including a
giant picnic,
concerts, parades,
fireworks and the
crowning of the
mirabelle queen. The
centerpiece is a large
market, where you can
meet growers and
sample the tasty
fruit.
Esos sucesos extraños que nos empañaron las vacaciones pero nos dejaron una buena anécdota que contar toda la vida
(Un texto de Sara
Navas en El País del 6 de julio de 2020)
Ahora que viajar y hospedarse fuera de casa vuelve a ser una
opción en Icon hemos hablado con una quincena de
almas viajeras que rememoran con nosotros los momentos más "tierra trágame", sobrenaturales,
escatológicos, accidentados y delirantes que han vivido dentro
de un hotel. Puede que este no sea el verano
con el que soñábamos hace solo unos meses, por eso viajar al siempre reconfortante pasado
para recordar anécdotas como las detalladas a continuación
puede convertirse en el mejor homenaje que uno puede hacerle
a esta época estival.
Sangre en las sábanas, teléfonos que suenan desenchufados,
chorros de agua sobre la cama y recepcionistas que recomiendan
qué visitar en función del color de piel u orientación sexual son algunas de las
anécdotas que estas quince personas han vivido en un hotel.
"Al salir de la ducha vi unas gotas de sangre en la
alfombrilla de pies que no estaban allí antes. Pensé que me
había hecho algún corte y miré por todo mi cuerpo, pero no
encontré ni un rasguño". Guillermo (escritor, 37 años).
"Hace un par de Navidades le regalé a mi madre un viaje
a Lisboa, que es su ciudad favorita aunque haya algunas más
grandes, exóticas y monumentales a dos horas de avión. La
verdad es que la entiendo. La primera mañana en el hotel, al
salir de la ducha, vi unas gotas de sangre en la alfombrilla
de pies que no estaban allí antes. Lógicamente pensé que me
había hecho algún corte y miré por todo mi cuerpo, pero no
encontré ni un rasguño. Cuando lo comenté con mi madre durante
el desayuno, ella respondió, sorprendida, que se había
encontrado unas gotas de sangre esa mañana en sus sábanas, a
la altura de los tobillos, y había reaccionado igual:
buscando, sin encontrar nada, alguna herida o corte en las
piernas. Esta es la historia y nunca logramos resolverla.
¿Estaba el hotel embrujado por algún espantoso crimen cometido
entre sus paredes? Me hubiera encantado, la verdad, pero las
tres noches que pasamos en él dormimos estupendamente y sin
visiones espectrales, voces de ultratumba ni lámparas
balanceándose. Nunca comentamos nada en la recepción porque
consideramos que nos tomarían por locos, más con la barrera
idiomática con el portugués. Por supuesto que al volver a
España me leí obsesivamente todos los comentarios sobre el
hotel en plataformas vacacionales para ver si a alguien le
había ocurrido lo mismo. No encontré nada: o bien ocurrió a
alguien más pero sienten el mismo reparo que yo al contar algo
tan inexplicable y absurdo o realmente el resto de clientes
solo tienen como recuerdo del lugar la amabilidad del equipo y
su cercanía a la Praça do Rossio".
"Al abrir los armarios se me cayó una balda encima y
me rompí la nariz. ¡Dos meses antes de mi boda me había roto
la nariz!". María (farmacéutica, 60 años). "Hace
casi 40 años, dos o tres meses antes de casarme, tuve que ir a un
congreso en Valladolid. Cuando llegué al hotel me puse a abrir
los armarios y se me calló una balda encima, con tan mala
suerte que me rompió la nariz. En las fotos de la boda y salgo
con una cicatriz enorme que aún tengo a día de hoy".
"Entró en mi habitación una amiga con la boca llena
de espuma blanca gritando sin que pudiera enterarme de lo
que estaba pasando. Salió corriendo a meterse en otras
habitaciones de las que salía segundo después sin dejar de
gritar". Irene (productora audiovisual, 29 años).
"En 2008 fuimos a Mallorca de viaje de fin de curso después de
Selectividad. Éramos muchos y casi ocupábamos una planta
entera del hotel, por lo que prácticamente nos pasábamos el
día con las puertas abiertas como si aquello fuera nuestra
casa. En una de esas, yo estaba tranquilamente en mi
habitación cuando de repente entra una amiga con la boca llena
de espuma blanca -cepillo de dientes en mano- y gritando sin
que pudiera enterarme de lo que estaba pasando. Salió
corriendo a meterse en otras habitaciones de las que salía
segundo después sin dejar de gritar. Fui detrás y cuando
entendía que estaba así por una cucaracha que había en su
habitación le dije que era una exagerada y que ya me encargaba
yo. Le cambió la cara y me dijo que estaba loca, que no
entrara que esa cucaracha ¡volaba!. Entonces me reí y entré en
su cuarto. Nada más pasar me encontré con una cucaracha tan
grande como mi mano y con alas. Cerré la puerta corriendo y me
puse a gritar también. En medio de esa escena llegaron
nuestros amigos que nos miraron como diciendo "chicas..." y
decidieron entrar a matar al bicho. Cerraron la puerta y al
poco empezamos a oir golpes y muebles cayéndose. Para intentar
matar a la cucaracha tiraron el armario al suelo con la
intención de aplastarla y no lo consiguieron. Menos mal que al
rato la cucaracha, que debía estar muerta de aburrimiento,
decidió irse".
"Cuando fui a darme una ducha, me sujeté a una
especie de toallero interno con tan mala suerte que se soltó
de la pared y me caí de cabeza contra la bañera". Pilar
(periodista, 38 años). "Me alojé en un hotelazo en
Bangkok hace como diez años. Todo confort excepto alguna cosa.
Los tailandeses son muy bajos pero sus bañeras son muy altas.
Cuando fui a darme una ducha, me sujeté a una
especie de toallero interno que ponen pegados a la pared, con
tan mala suerte que se soltó de la pared y me caí de cabeza
contra la bañera. El resultado fue una muela rota y un huevo
morado en la frente para el resto del viaje, que era mi luna
de miel. Por suerte, a día de hoy ni más dientes rotos ni
marido. Para rematar, como el bálsamo de tigre que venden allí
se supone que es milagroso para todo, pensé que para el golpe
también pero mezclado con el agua del pelo y chorreando hasta
los ojos no fue buena idea".
"Dos daneses del tamaño de un armario empotrado se
nos abalanzaron y los empleados del hotel tuvieron que
agarrarlos para que no nos matasen". Estanislao (escritor,
43 años). "Sucedió hace tres años. En Conil, Cádiz.
Mi tío y yo, los dos divorciados y con una hija, decidimos ir
una semana al Hotel El Fuerte Conil, buscando lo que este tipo
de alojamientos ofrecen: un club infantil durante todo el día,
con múltiples actividades para los niños, piscinas, y
tranquilidad para los padres. Yo 40 años, él 57. La primera
noche elegimos para cenar la terraza de uno de los
restaurantes. Y a los cinco minutos de estar sentados apareció
el protagonista de nuestra historia. El camarero que teníamos
asignado a nuestra zona. Gaditano, masculino, gallito, de tez
morena, camisa excesivamente remangada, patillas infinitas y
pelo peinado hacia atrás con mucha gomina, con los
característicos caracoles a mitad de cuello. Un personaje en
sí mismo y muy profesional en lo suyo: escaquearse del trabajo
lo que podía y perseguir acercamientos con turistas de género
femenino. Apareció por nuestra mesa. Nos miró a uno y otro y
sonrió. '¿Qué va a ser?', nos preguntó con marcado acento del
sur. 'Para beber nos trae una botella de vino blanco.
Afrutado', le dijo mi tío. Sonrió y asintió, a la vez que
anotaba el pedido. Acababa de confirmar su teoría: estaba ante
dos homosexuales. Desapareció en busca del vino y algo que
pedimos de comer. En su retirada se cruzó con una compañera a
la que piropeó. Taconeó al lado de una mesa y guiñó el ojo a
una guiri que estaba sentada sola. Regresó al rato con el
vino. 'Esos de allí' –señaló con un levantamiento de ceja
hacia una mesa cercana ocupada por dos tíos, de rasgos
nórdicos– 'son de los vuestros'. Comencé a reírme. 'Tienen
buena pinta. Seguro que son unos empotradores de la hostia',
dije por seguir el juego. 'No os preocupéis que El Fali se
encarga del trabajo sucio y os los presenta. Esta noche ligáis
por estas', decía besándose el dedo pulgar varias veces.
Parecía ser que cuando el asunto se ponía serio usaba la
tercera persona. '¿Estás seguro que son de los nuestros,
Fali?', le pregunté. Ya éramos como amigos de toda la vida.
'Mi radar no falla nunca'. Nos quedamos mi tío y yo
descojonándonos de la risa. Para nuestra sorpresa volvió el
hombre-radar seguido de los dos vikingos. 'Ea, aquí están, las
presentaciones las hacéis ustedes', dijo, y me guiñó un ojo.
Eran dos daneses tamaño armario empotrado. Pidieron alcohol
como si fuésemos a beber diez personas. Hablamos, en inglés,
de muchos temas. Y a medida que el alcohol hacía efecto nos
abríamos más y nos contábamos de nuestras vidas. En un momento
dado el más cercano a mí me puso su mano en mi pierna y se
acercó a darme un beso. Me levanté como un resorte, tratando
de explicarle el malentendido, en inglés macarrónico y con la
lengua pastosa. No se lo tomó bien. Pegó un puñetazo en la
mesa y comenzó a gritar palabras en su idioma. Aparecieron
empleados del hotel y tuvieron que agarrarlo para que no me
matase. Uno de ellos era Fali. 'Anda que…', me soltó el
susodicho, echándome en cara con esas dos palabras que era un
estrecho, que había echado por tierra su buen hacer y que me
merecía un par de hostias del danés. El resto de los días en
el hotel mi tío y yo los pasamos acojonados y evitando a toda
costa cruzarnos con ellos. Lo conseguimos. No los vimos más.
Ni a Fali tampoco".
"Mi amiga vació un matamosquitos entero en la
habitación, algo que nos habían dicho que era peligroso
hacer en mitad del Serengeti. Acabamos en la sala de
descanso del personal del hotel mientras los trabajadores
nos miraban con cara de 'ya estamos con los turistas".
Carmen (periodista, 35 años). "En 2015 fuimos a una
tienda de campaña/hotel (de estos rollo luna de miel que por
fuera es tienda de campaña pero dentro tiene cama y baño)
dentro del parque del Serengeti, en Tanzania. Viajé con seis
amigas y compartí tienda con dos de ellas. La primera noche,
cuando nos fuimos a dormir, mi amiga Lucía vio un mosquito
dentro y no se le ocurrió otra cosa que coger el matamosquitos
que nos dejaron en la habitación solo para usarlo con
moderación y nunca después de que el servicio de habitaciones
hubiese dejado lista la habitación para dormir (ellos ya
echaban unos líquidos y ponían mosquiteras para dormir). Pero
a mi amiga se le fue la cabeza y vació todo el matamosquitos
por la tienda de campaña. Mi otra amiga y yo le dijimos que
nos estaban empezando a picar los ojos y la garganta pero nos
ignoró y nos dijo que nos fuéramos a dormir y que dejáramos de
exagerar. Así que nos metimos en la cama, apagamos la luz y a
los cinco minutos estábamos tosiendo sin parar y con
lagrimones en los ojos. Entonces empezamos a ponernos
nerviosas y Lucía decide que lo mejor es abrir la puerta de la
tienda para que corra el aire. Al hacerlo vemos que hay un
conejo del tamaño del Serengeti mirando fijamente la tienda de
campaña. Entre el conejito y que los del hotel nos habían
dicho que en ningún momento saliésemos de la tienda de campaña
por la noche, nos vimos en la obligación de hacer uso del
walkie talkie que nos dieron por si nos pasaba algo y teníamos
que llamar a recepción. En seguida aparecieron dos tíos con
dos escopetas. Al vernos con medio cuerpo dentro de la tienda
y el otro medio fuera nos preguntaron si pasaba algo. Pero
antes de que dijésemos nada, avanzaron hacia nosotras y
empezaron a hacer el típico gesto de 'aquí apesta a
matamosquitos' poniendo cara de 'turistas'. Tuvimos que
explicarles que mi amiga la había liado y nos contestaron que
tenían que desmontar la tienda entera para ventilar. Como el
hotel estaba completo nos llevaron a la sala de descanso del
personal del hotel a esperar durante dos horas allí a que se
fuese el olor mientras los del hotel nos miraban en plan
'menudas idiotas', y todo esto en pijama".
"A uno de mis amigos se le habían caído por la
ventana las gafas sobre el logo del hotel y había intentado
encaramarse a este para recuperarlas". Daniel (músico, 32
años). "El verano de 2007 el grupo de unos amigos
iba a tocar a Granada. Por aquél entonces que alguno tocásemos
fuera de Madrid era un verdadero acontecimiento así que se
formó un pequeño séquito de entusiastas para acompañarles. Yo
estaba en los primeros años de universidad y no tenía dinero
para pagar el viaje pero unos amigos me ofrecieron llevarme en
su coche y parecía la mejor manera de empezar el verano. Ya
vería donde dormiría. Estaba la posibilidad de colarme en una
de las habitaciones de la gente con la que iba y dormir donde
fuera o si no el amigo de un amigo vivía en Granada y
probablemente pudiera hacerme un hueco en el sofá. Llegamos a
Granada el viernes y el grupo no tocaba hasta el sábado así
que decidimos salir de fiesta. La noche se alargó más de lo
recomendable y fuimos volviendo desperdigados a lo largo de la
madrugada. Mis amigos se habían marchado un par de horas antes
que yo asegurándome que dejarían la llave de la habitación del
hotel por fuera para que yo pudiera entrar. Al llegar la llave
no estaba por ningún sitio por lo que supuse que se habían
olvidado de mí y empecé tocar la puerta. Primero con suavidad,
después más insistentemente. Mi percepción estaba algo
alterada y aunque yo pensaba que estaba siendo cuidadoso los
vecinos del resto de habitaciones del pasillo no debieron
pensar lo mismo y fueron saliendo por turnos. La estampa debía
ser bastante impactante pues ahí estaba yo con mis gafas de
sol explicándoles que no tenía otra opción en la vida salvo
seguir tocando esa puerta hasta que los que estaban dentro
despertaran. El encargado de seguridad subió. Estaba teniendo
una noche agitada pues aunque yo aún no lo sabía, a uno de mis
amigos se le habían caído por la ventana las gafas sobre el logo del hotel y
había intentado encaramarse a este para recuperarlas. Este
señor, que era un profesional, me preguntó qué pasaba. Le
expliqué como pude la situación que me dejaba sin más opción
que llamar y llamar sin remedio hasta que me interrumpió para
indicarme que la tarjeta llave llevaba todo el tiempo a mis
pies la cual recogí con el mayor decoro que pude y le dí las
gracias. A la mañana siguiente nadie sabía donde meterse. Los
chicos de otra habitación además estaban muy preocupados
porque se habían roto varios azulejos del cuarto de baño.
Según su relato en una especie de 'fenómeno paranormal' que
también había ocurrido aquella madrugada y por el cual los
azulejos les habían despertado al caerse solos. Nadie tenía
valor para informar al hotel. Y desde luego la explicación de
mis amigos era poco creíble. Cuál sería nuestra sorpresa al
día siguiente cuando mi amigo Juan que estaba tomando café nos
llamó señalando el periódico de esa mañana. 'Ese sábado a las
7:14 AM un terremoto había sacudido la ciudad de Granada'. A
día de hoy todavía me pregunto si el titular se refería a
nosotros".
"Me escondí en el pasillo de mi planta para darle un
susto a una amiga, lo típico que haces que tienes una
pistola en la mano y sales del escondite gritando '¡Quieta o
disparo'... Y cuando salí para dar el susto la que recibió
mis gritos fue una residente del hotel que no conocía".
Alberto (publicista, 38 años). "Estábamos en un
hotel en Cádiz y nos juntábamos mucha gente joven de
diferentes ciudades que no nos conocíamos. En un momento dado
me escondí en el pasillo de mi planta para darle un susto a
una amiga, lo típico que haces que tienes una pistola en la
mano y sales del escondite gritando '¡Quieta o disparo'...
Escuché los pasos, yo ahí creyéndome policía, y cuando salgo
para dar el susto todo flipado era una residente del hotel que
no conocía. Pegó tal grito que salieron varios de otras
habitaciones a ver qué pasaba. Pedí perdón sesenta veces
diciendo que esperaba a otra persona, y tuve la suerte de que
no se lo tomó mal. Cuando la veía en el comedor me hacía de
broma el gesto con la mano de que me iba a dar, y yo muerto de
vergüenza".
"En la primera noche de hospedaje me desperté con un
dolor horrible. Rápido telefoneé a recepción para que
avisaran a una ambulancia y lo siguiente que recuerdo es
despertarme lleno de cables y con un doctor en
escafandra". Diego (músico, 38 años). "En el año
2005, en plena era pre Whatsapp, decidí continuar con mi
afición a los viajes en solitario, la cual venía practicando
desde hacía unos años. Compraba un billete solo de ida y al
llegar a mi destino era precisamente el destino el que decidía
mi camino. En este caso había quedado con una amiga en Oslo, y
para darle algo de acción al viaje, decidí tomar un avión a
Copenhague, para ir subiendo en tren hasta Noruega. En mi
segunda parada, en la ciudad de Malmö busqué un hotel y en la
primera noche de hospedaje, me desperté con un dolor horrible.
Rápido telefoneé a recepción para que avisaran a una
ambulancia. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en un
hospital lleno de cables y con un doctor en escafandra
haciéndome preguntas, ya que por lo visto había un virus en el
norte de África, algo que no entendía qué tenía que ver
conmigo. Tras un montón de pruebas me diagnosticaron una
infección de riñón y me tuvieron tres días ingresado. Aprendí
entonces que los viajes hay que hacerlos acompañado. Aunque
los médicos y médicas suecos me trataron estupendamente,
cuánto echaba de menos una voz amiga con la que compartir ese
viaje interrumpido. No he vuelto nunca a viajar solo".
"En el gimnasio del hotel me subía una cinta de
correr en la que marqué una velocidad de12 kilómetros por hora. No lo sabía,
pero la máquina no está en kilómetros, estaba en millas.
Aquello iba a una velocidad endiablada y yo me ahogaba. Al
final decidí saltar y aterricé sobre un suelo de caucho.
La fricción hizo que toda mi pierna izquierda quedara
lijada hasta el punto de que asomaba un hueso". Xavi
(periodista, 48 años). "Estábamos en un hotel en Marina del Rey, en
Los Ángeles. Recuerdo que me habían mandado a entrevistar a
Beck y decidí quedarme con mi pareja de entonces una semana
más en la ciudad. Al segundo día, antes de cenar, me bajé al
gimnasio a hacer un poco de cinta. Entro y hay
dos máquinas. Una libre, otra con un señor. Me monto y subo
la velocidad hasta 12 kilómetros por hora. Pero, claro, la
máquina no está en kilómetros, está en malditas millas.
Aquello va a una velocidad endiablada y yo me ahogo, no
alcanzo a darle al botón de Stop, ni puedo poner los pies en
los costados de la cinta porque mis piernas son como un
dibujo animado de la Hannah Barbera. Al final, no me
pregunten por qué, decido saltar. Aterrizo sobre un suelo de
caucho y la fricción hace que toda mi pierna izquierda quede
lijada, hasta el punto de que se asoma un hueso. No hay
piel. Sangrando como alguien de quien van a hacer morcillas,
llego a la habitación. Mi chica casi se desmaya. Me hace un
torniquete con una toalla y, como no habla inglés, bajo de
esta guisa a recepción a pedir ayuda médica. Allí me rodean
seis empleados. No hay médico en el hotel. No van a llamar a
ninguno. Solo quieren saber si me caí o se averió la
máquina. A la cuarta, intuyo que lo único que temen es que
les demande. Les digo que no voy a hacerlo. Me dan tres
gasas del tamaño de una mano. Subo a la habitación. Me curo
como puedo y me duermo. Por la mañana, las sábanas están
llenas de sangre, como si hubiese tenido lugar un ritual
satánico. Cada vez que veo ese hueso que asoma me mareo.
Pero, cojones, a las 8 de la mañana juega España contra
Suecia y esa Eurocopa parece que se puede ganar. Me pongo el
partido, aunque veo unos 40 jugadores en el campo. En el
último minuto marca Villa. Necesito un cigarrillo para
celebrarlo. Abro la ventana el palmo que puedo y fumo por
esa rendija. Al cabo de un minuto llaman a la puerta. Es uno
de los de seguridad que ayer estaba en el lobby.“Fumar en la habitación son 200 dólares de
multa”, me dice. Me encojo de hombros rodeado de un
olor a Camel del tipo‘vamos a
aprovechar para ahumar un pastrami’.“No te
demandaremos”, me dice. Me
guiña un ojo.“Cuídate esa
pierna. Que te la vea un médico”. Y se va. Dejamos el hotel en unas horas.
Más de diez años después aún no me ha visto esa herida
ningún médico, pero yo me la sigo viendo cada mañana".
"Una noche
de tormenta, estaba yo durmiendo como una ceporra, me
giré en la cama y me desperté de repente porque me caía
agua en la cara. Encendí la luz y
vi que salía un chorrito de agua de la pared".Lucía (agrónoma, 40 años).
"Hace años, por temas de trabajo, tenía que pasar semanas en
un pueblo de Jaén y me alojaba en un hotel pequeñito del
pueblo (el único que había). Era bastante cutre, de esos en
los que la tele está encima del armario, pero yo estaba a
gusto y además los dueños eran monísimos y me cuidaban un
montón. Una noche de tormenta, estaba yo durmiendo como una
ceporra, me giré en la cama y me desperté de repente porque
me caía agua en la cara. Encendí la luz y vi que salía un
chorrito de agua de la pared. Como estaba fritísima (eran
las tres de la mañana), al principio miré por la ventana por
si llovía tanto que el agua estaba atravesando la pared a
presión. Cuando lo descarté, mi primera reacción fue apartar
la cama, subir la maleta del suelo a una silla, y volverme a
acostar, en plan “que salga el sol por Antequera y mañana ya
veremos”. Menos mal que a los cinco minutos rectifiqué y
llamé a recepción, porque no me quiero imaginar cómo hubiese
amanecido... Por cierto, la cuestión era que había reventado
una tubería...".
"Por la noche empezó a sonar el teléfono de la
habitación y nos dio tal susto que ni contesté, directamente
lo desenchufe. Pero el susto real vino cuando el teléfono
siguió sonando aún estando desenchufado". Andrés (periodista
y consultor de comunicación y marketing, 32 años).
"En París, haciendo un reportaje sobre hoteles históricos con
una compañera, en uno de los hoteles donde nos quedamos nos
pasaron una serie de catastróficas desdichas y llegamos a
pasar miedo. Estábamos alojados en una suite estupenda con
varias estancias y habitaciones. La 'pesadilla' empezó cuando
nos fuimos a acostar y se encendió la luz del cuarto de baño.
Como todo iba por domótica en el hotel deduje que, aunque
nunca suelen fallar estos sistemas, tendría que ver con eso y
me levanté a apagar la luz. Pero nada más meterme en la cama
volvió a encenderse la luz del baño más la de alguna otra
estancia. Volvía a apagarlas y en ese momento oímos cómo
alguien llamaba a la puerta y entraba en la suite. Nos
empezamos a poner histéricos así que nos levantamos pero nos
vimos nada. Nos volvimos a acostar y se encendieron las luces
de todas las estancias. En medio de nuestros gritos empezó a
sonar el teléfono de la habitación, que nos dio tal susto que
ni contesté, directamente lo desenchufe y el teléfono seguía
sonando desenchufado. No sé cómo conseguimos dormir esa noche.
Cuando lo comentamos al día siguiente en el hotel creo que nos
siguieron la corriente contándonos alguna historia del edificio y no nos
tomaron muy en serio".
"Empezó a sonar la alarma de incendios mientras el
chico coreano con el que compartíamos habitación nos
enseñaba las fotos que había hecho en el carnaval de Notting
Hill. Se me puso cara de "vamos a morir todos" mientras
trataba de decirle que dejara el maldito portátil y saliera
por patas de allí. No quiso hacernos caso y se quedó sentado
en la cama". Marta (ingeniera, 30 años). "En 2008
pasé fui a Londres de viaje con cuatro amigos más y nos
alojamos en un albergue juvenil donde compartíamos habitación
con un desconocido que resultó ser un coreano súper simpático
pero con el que era imposible comunicarse porque no hablaba ni
una palabra de inglés. La última noche que pasamos allí, a eso
de las nueve, empezó a sonar la alarma de incendios mientras
el chico coreano estaba enseñándonos las fotos que había hecho
en el carnaval de Notting Hill. El tío no paraba de enseñarnos
fotos mientras yo, con cara de "vamos a morir todos", trataba
de decirle que dejara el maldito portátil y saliera por patas
de allí. No quiso hacernos caso y se quedó sentado en la cama
mientras el resto nos íbamos corriendo. Ya en la calle me
acerqué a uno de los responsables del albergue a decirle que
si el edificio iba a arder en nuestra habitación había un
coreano que se negaba a salir. Empezó a partirse de risa y me
dijo que esa noche no iba a arder nadie. Nunca conseguí
enterar de por qué nos desalojaron porque no era un simulacro
pero tampoco un incendio".
"Cuando mi novia abrió la ducha de la piscina, tras
unos segundos de demora e incertidumbre, un buen aspersor de
lo que parecía agua oxidada marrón la pintó de arriba a bajo
desde la boca hasta los pies. Puso una cara de horror y un
gesto de desesperación parecido al de la película Carrie
que contribuyó a que todo el mundo se escandalizara". Albert
(músico y cicloviajero nómada). "En un hotel
flotante, durante un crucero, terminada la temporada, ya en
otoño, salió un día de sol pero de mar agitado y fresquito. A
mi pareja se le antojó bañarse en la piscina de cubierta. Ya pintaba mala
idea por el bailoteo del agua y mientras se dirigía a la ducha
todo el mundo la miraba en plan '¿y esta? ¿se va a bañar en
esta época y en esa agua que se ve pasadita?' No hizo falta ni
que se metiera en la piscina para que llegara el drama. Cuando
abrió la ducha, tras unos segundos de demora e incertidumbre,
un buen aspersor de lo que parecía agua oxidada marrón caca la
pintó de arriba a bajo desde la boca hasta los pies. Puso una
cara de horror y un gesto de desesperación parecido al de la
película Carrie que contribuyó a que todo el mundo
se escandalizara y posteriormente se riese de ella desde la
distancia. Mientras a mi me tragaba la tierra, bueno, el mar".
"Pregunté en la recepción de mi hotel de cinco
estrellas si podía salir a pasear tranquilamente por Moscú o
si había alguna zona que debía evitar. El conserje me
respondió preguntándome si yo era homosexual". Toni
(periodista especializado en cine y autor del libro Mata
a tus ídolos, 49 años). "Cuando estuve en
Moscú era la pascua de la marina y ese día no se vende alcohol
en la ciudad. Lo que hacen los marinos rusos es comprar mucho
alcohol el día de antes y enterrarlo en los parques donde se
lo beben y se ponen finos. Me habían avisado de que se montan
unas de flipar y decidí preguntar en la recepción de mi hotel
de cinco estrellas si podía salir a pasear tranquilamente por
Moscú o había alguna zona que debía evitar. El conserje me
respondió preguntándome si yo era homosexual. No entendí nada
así que le pregunté que a qué venía eso. "Si es usted
homosexual le diría que no se pasee por este barrio y este
otro", me dijo. Atónito le pregunté: "¿Alguna cosa más?". "Si
fuera negro le diría que se quede en la habitación", me
respondió el tío.